Un Verdadero Gran Reformador Médico, Religioso y Social del Siglo XVI
Madurez (1524-1541)
Su vida y labor médica, religiosa y social a través de Europa Central, Parte IV
Un gran instructor
Basilea, a pesar de los conflictos que tuvo que afrontar, supuso una etapa muy importante en su vida, pues fue la única ocasión en que pudo ejercer oficialmente de profesor. Paracelso no desaprovechó la oportunidad para instruir al máximo número de personas. Y, como veremos, lo hizo con gran acierto y éxito. No en vano se dice que todo buen curador es un buen instructor. Son actividades que se complementan. Sus discípulos, al menos los más cercanos, pudieron ver por sí mismos cómo curaba e investigaba y a qué conclusiones llegaba; pero también pudieron oír sus lecciones sobre medicina. De hecho, siempre ejerció como instructor, pero en este aspecto nos vemos obligados a resaltar su intervención y ejercicio como profesor de la Universidad de Basilea durante el tiempo en que vivió en esta ciudad. Y ya hemos visto que si tuvo que dejar la ciudad y su puesto como docente fue más por la reacción de los sectores conservadores que no aceptaron sus innovaciones tanto en el campo de la docencia como en el de la práctica médica que no por el rechazo de sus alumnos o discípulos. Se hubiera podido quedar en este cómodo puesto universitario durante el resto de su vida, ganando un salario muy bueno, si hubiera aceptado adaptarse a las enseñanzas y prácticas médicas ortodoxas. Pero esto era imposible para Paracelso. Y una vez más, ésta como profesor, demostró que sus convicciones estaban por encima de sus necesidades y que sus dotes como instructor eran también excelentes. En sus clases universitarias formó el núcleo esencial de su sistema de medicina. 1
Como mínimo desde el mes de junio y durante todo el verano de 1527 –ignorando las usuales vacaciones académicas– y el posterior otoño y parte del invierno, Paracelso ejerció de profesor universitario de medicina enseñando como cualquier otro profesor diagnosis de enfermedades, preparación y prescripción de medicinas, tratamiento de heridas y lesiones y cirugía y disección. 2 La esencia de lo que enseñó en Basilea está probablemente contenido en su libro Archidoxa y los libros sobre medicina que escribió pocos años después, Paragranum y Opus Paramirum. Pero también se preocupó de imprimir para los estudiantes las cualidades que se esperaban de un buen doctor, que fueron expuestas en el volumen publicado por Toxites en 1571 como Un tratado excelente, por P.T. Paracelsus, el famoso y experimentado filósofo y doctor germano. 3
Tuvo mucho éxito en sus clases, ganándose el aplauso y entusiasmo de los alumnos. Consiguió que en 1527 se apuntaran 31 nuevos estudiantes de medicina mientras en el curso anterior sólo se habían apuntado cinco. 4
Pero no sólo enseñó a estudiantes universitarios matriculados, sino que pretendió también instruir a curadores o sanadores no académicos como cirujanos barberos, o incluso a gente de fuera del ámbito de la curación, aunque esto supusiera un desafío a la tradición académica. Su amigo y respetado humanista Boniface Amerbach, por ejemplo, atendió sus clases tomando notas. 5 De hecho, el mismo Paracelso animó al público en general a asistir a sus clases. Lo hizo en una carta pública, firmada el 5 de junio de aquel año, donde acababa diciendo: ”ven con buena voluntad a estudiar nuestro intento de reformar la medicina”. 6 Atrajo a estudiantes incluso de lugares lejanos.
Y para beneficio de todos, en vez de hablar en latín, como se solía hacer en aquellos años en las universidades europeas, hablaba en alemán, su lengua vernácula y la de la mayoría de sus alumnos y discípulos. Esto significó una absoluta novedad en la vida académica del aquel momento. Fue una nueva transgresión, que irritó a los sectores conservadores de la facultad. Según Hartmann, el uso del alemán en las enseñanzas de medicina, tanto a nivel oral como escrito, produjo una reforma en la ciencia similar a la que produjo Lutero en la religión, y significó el principio del librepensamiento en la ciencia. Con lo cual la vieja creencia en las autoridades académicas empezó a debilitarse. 7
Lo paradójico es que precisamente Paracelso, que tenía como un honor el enseñar y escribir en alemán, utilizó los más curiosos neologismos del latín, el griego, el italiano, el hebreo, y a veces hasta los mezcló con el árabe. 8
También rompió moldes en su forma de vestir como enseñante. No usaba la típica toga de profesor distinguido, sino el sencillo blusón de un artista, manchado a veces de residuos del laboratorio químico y médico que usaba en las prácticas. 9 Porque él creía más que nadie en las prácticas como sistema de enseñanza. En una ocasión no tuvo reparos en presentarse en clase con un plato con excrementos humanos para enseñar y mostrar a sus alumnos que “el deterioro es el comienzo de todo nacimiento”. 10 Probablemente también fue pionero en llevarse a sus estudiantes de vacaciones para seguir enseñándoles en otros ámbitos fuera del estricto marco universitario. De este modo, en otoño de 1527 viajó de Basilea a Zurich con el grupo más fiel de sus estudiantes seguidores. 11
Probablemente serían éstos los mismos que, atraídos por sus conocimientos y por adquirir su arte y usarlo para sus propios propósitos, le siguieron en su vagabundeo después de Basilea, viviendo en las tabernas de los pueblos. 12
No hay que olvidar que sus seguidores más fieles vieron a Paracelso, según Hartmann, “como un dios y un monarca de todos los misterios y rey de los espíritus”. 13 Fue a estos a quienes transmitió algunos conocimientos que no quiso revelar a nadie más, puesto que creía que éstos eran demasiado poderosos para ser revelados a los no iniciados. 14 De hecho, siempre fue extremadamente reticente a revelar algunos de sus secretos, incluso a sus más íntimos discípulos. El obligado sigilo de los rosacruces alquimistas impedía a Paracelso divulgar algunos de sus conocimientos. 15 Precisamente por esta razón, uno de los discípulos predilectos de Paracelso, que recibió sus palabras de alabanza, Oporino, habló muy amargamente en contra de su maestro. Sin embargo, después de su muerte, lamentó sus propias indiscreciones y expresó gran veneración hacia él. 16 Oporino llegó a ser famoso profesor de griego en Basilea y el editor de Vesalius.
Por otro lado, y como veremos con más detalle en el siguiente capítulo, Paracelso completó su papel como instructor con predicaciones y escritos de carácter religioso y teológico. Sobre todo entre los años 1524, cuando llega a Salzburgo en un contexto social muy agitado, y 1535, cuando fue invitado por el monasterio benedictino de Pfäfers-Ragatz y donde permaneció durante un tiempo. En la mayoría de ciudades por las que pasó durante estos años, impartió enseñanzas espirituales que muy probablemente estarían mezcladas con sus instrucciones docentes sobre medicina.
Un gran escritor
Por suerte, muchas de estas instrucciones docentes se han conservado en forma de libros. Aunque sólo se dedicó a escribir durante 15 años de su vida, 17 sobre todo durante los últimos, llegó a acumular muchas páginas escritas. Y no sólo escribió sobre medicina –en ese campo se le reconoce la autoría de 50 trabajos diferentes–, sino también sobre otras materias para él muy relacionadas con la medicina como la alquimia, la magia, la filosofía, la historia natural o la astrología o astronomía. Sin embargo, hay que destacar que su erudición no tenía límites e incluso cultivó otras disciplinas como la religión o teología o la geografía e historia. Por ejemplo, sobre esta última materia realizó un estudio en la región de Carintia cuando fue empleado por los Fuggers en la ciudad de St. Veit para buscar venas de oro en la región. El libro se tituló Crónica de Carintia. 18 En cuanto a su obra estrictamente religiosa, es mucho más voluminosa que la geográfica. Se conservan 40 monografías teológicas suyas, 16 comentarios bíblicos, 20 sermones, 20 trabajos sobre la Eucaristía y 7 sobre la Virgen María. Sin embargo la mitad de todos estos escritos no se han editado propiamente. 19 Escribió la mayoría de ellos entre 1529 y 1535. Destaca el monumental estudio que hizo sobre los salmos de David, escrito en Alsacia en 1528. 20
Respecto a la astronomía, escribió un libro titulado Sobre meteoros en que describía un meteorito de hierro magnético que había caído cerca de la población de Ensisheim. Paracelso se acercó a propósito hasta esta ciudad en 1528 para estudiar el meteorito. 21 Y tres años más tarde, concretamente en agosto de 1531, pudo observar detenidamente el cometa Halley –que no será bautizado hasta 1665– mientras estaba en San Galo. De esta observación directa nació la Interpretación del cometa. 22 En este libro hizo una acertada previsión astrológica anunciando un próximo derramamiento de sangre. Se refería a las guerras de religión que azotaron el centro de Europa en aquellos años y de las que hablaremos más adelante. Y esta no fue la única predicción astrológica que hizo y escribió. Precisamente uno de los pocos libros que pudo publicar en vida, Practica, trataba de este tipo de previsiones. 23 Por otro lado, en 1536 escribió un almanaque que tituló Pronósticos para los siguientes 24 años. 24 Aunque, sin duda, su gran obra astronómica sería la que titularía Astronomía Magna o Filosofía Sagax, considerada por muchos su trabajo más importante, donde defiende la astronomía como una práctica verdaderamente cristiana. Lo escribió entre 1537 y 1540, un año antes de su muerte. En esta obra muestra su gran visión universalista y cósmica y formula teorías sobre el universo y la vida que éste alberga. Trata la tecnología desde un punto de vista del espíritu baconiano, prediciendo utopías tecnológicas en que “tuberías y cristales” “llevarán la voz humana a distancias de cientos de millas”. 25 Esta obra es la mejor prueba de la madurez que había conseguido Paracelso poco antes de su muerte.
Finalmente, en cuanto a su obra médica escrita, sus principales trabajos fueron los que tituló Paragranum, Opus Paramirum, La Gran Cirugía y los tratados sobre la sífilis. 26 Paragranum lo escribió entre 1529 y 1530, cuando hacía ya más de un año que había abandonado Basilea. Fue su primer estudio importante sobre medicina, en cuyo prefacio lanza invectivas contra la medicina academicista y sus altos sacerdotes y pone las bases de la nueva medicina presentando los cuatro pilares ya mencionados que para él debe tener esta ciencia: la filosofía (que tiene que proveer los fundamentos científicos de las artes de curar, la astronomía (como sus contemporáneos, Paracelso consideraba la astrología como un aspecto central de la medicina), la alquimia y la virtud. Escribió Opus Paramirum entre 1531 i 1535, fundamentalmente en San Galo, aunque probablemente lo había concebido ya en Basilea, en 1527, e incluso es posible que en esta ciudad hubiera ya redactado algunos fragmentos. Ésta fue también una obra esencial de su ciencia médica, pues contiene las doctrinas médicas básicas defendidas por él. Es a la vez un primer intento de establecer las bases de la bioquímica. Esta obra, como ya hemos dicho, está dedicada al gran humanista y reformador suizo Vadianus. Finalmente, en La Gran Cirugía resumió las múltiples experiencias médicas que había tenido a lo largo de su vida. Escrito en 1535, lo publicó en Augsburgo a finales del verano de 1536, después que un mal editor intentara publicarlo en Ulm. Lo dedicó al archiduque y futuro emperador de Austria, Fernando. Fue un éxito y el más reeditado de todos sus libros. Con él, su reputación social momentáneamente remontó mucho.
Éste fue uno de los únicos cinco trabajos que pudo ver publicados en vida. El primer libro que consiguió publicar fue De Gradibus et Compositionibus Receptorum et Naturalium. Lo publicó en Basilea en 1526. 27 Por suerte sus seguidores o discípulos se encargaron de recopilar la mayor parte de su documentación escrita y de editarla a partir de los años cincuenta, especialmente doce años después de su fallecimiento. Destacaron en este trabajo Adam of Bodenstein, Michael Schütz (Toxites), Gerhard Dorn y Theodor y Arnold Birkmann. 28
A pesar de las muchas páginas que nos dejó escritas –en la edición alemana, su obra completa editada, Opera Omnia, ocupa diez volúmenes con un total de 1818 páginas, a las que hay que añadir 680 páginas sobre escritos quirúrgicos– y a pesar del gran valor científico de sus escritos, Paracelso sigue atrayendo más por su vida que por su obra escrita. No siempre se ha entendido bien su obra, a menudo llena de alegorías y dirigida especialmente a los alquimistas de su tiempo, lo que dificulta la comprensión a la erudición moderna. Además, usó una terminología propia porque en sus escritos trató muchos temas para los cuales no tenía términos apropiados (excepto en el sánscrito y otras lenguas orientales). Por consiguiente, inventó muchas palabras –como “alkahest”, el disolvente universal de la alquimia, o “acthna”, un fuego subterrestre invisible, o “ileiades”, el elemento del aire– 29 para expresar su significado, pero sólo pocas de ellas obtuvieron el derecho de ciudadanía en nuestro lenguaje. 30 También se le ha criticado la franqueza de algunos escritos, en el sentido de que usó un estilo no siempre refinado o educado. Pero esto era normal en su tiempo. Paracelso se distinguió por expresar sus pensamientos de manera breve, concisa y sin ambigüedades. Y en este sentido se le ha comparado con otros grandes científicos o filósofos, como Thales, Heráclito, Pitágoras o Hipócrates. 31
Y todo ello teniendo en cuenta que la mayoría de sus escritos fueron dictados a sus discípulos. De manera que eran éstos los que escribían lo que Paracelso les dictaba. Por otro lado, ya hemos dicho que leyó pocos libros. Sus discípulos testificaron que escribió algunos sin usar ningún memorando o manuscrito como base documental. 32 Todo el material impreso que poseía cuando murió estaba formado por una Biblia, el Nuevo Testamento, los comentarios de San Jerónimo sobre los Evangelios y un único libro de medicina. 33 No en vano dijo en más de una ocasión, como ya hemos anotado, que el único libro bueno para ser un buen médico es el libro de la naturaleza: “Fue el libro de la Naturaleza, escrito por los dedos de Dios, lo que yo he estudiado –no los de los escritorzuelos, porque los escritorzuelos anotan la basura que pueden encontrar en su cabeza–”. 34 Más claro no
podía ser Paracelso sobre en quién debía confiar para estudiar, investigar, aplicar sus conocimientos como médico y escribir sus tratados.
Continuará…
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