Lo que debería saber la gente
Todos aquellos que conocen y desean los beneficios del sistema homeopático de medicina o el arte de la curación, deberían familiarizarse con las costumbres de los practicantes estrictos para evitar el engaño de los farsantes que están dispuestos a imitarlos por un pequeño honorario, sin tener consideración por el paciente ni por el arte de la curación. Hay médicos que se llaman a sí mismos homeópatas, pero lo son sólo de nombre, ya que no siguen los métodos desarrollados por Hahnemann. Ellos dan dos medicamentos en un vaso o los alternan en dos vasos, o en algunos casos dan medicamentos en tres o cuatro vasos. No se ajustan a las reglas de Hahnemann al tomar el caso y escribir y preservar registros completos de los casos. Las personas que están familiarizadas con estos hechos no pueden protegerse de estos abusos. Lo falso y lo verdadero impregnan toda experiencia y condiciones de vida, y los no iluminados y simples sufren los engaños de los falsos. Ha llegado la hora de que los seguidores de Hahnemann deban proveer información a la gente para poder reconocer lo genuino, si desean los beneficios del arte homeopático de curación. Debería saberse primero de todo, que los verdaderos homeópatas escriben los síntomas de todos y cada uno de los pacientes y guardan registros para el beneficio de tales pacientes y del arte de la curación. Un momento de reflexión convencerá a cualquier persona de que la memoria humana es demasiado incierta como para confiarle el extenso registro de síntomas, incluso en un consultorio pequeño; entonces, ¿cuánto más debe el médico con muchos pacientes mantener un registro preciso de sus enfermedades?
No hay médico que sea competente para hacer una segunda prescripción, si los síntomas a través de los cuales se hizo la primera prescripción no han sido anotados completa y detalladamente. A menudo en tales casos el médico negligente ha olvidado el remedio dado, incluso el que ha causado gran mejora, pero como no hay registro del caso en cuanto al remedio o los síntomas, y muchos de los últimos ya se han ido, no hay nada que hacer más que suponer un remedio que generalmente echa a perder el caso o lo confunde tanto que raramente termina en una curación; y el que sufre siempre se pregunta por qué el médico, que lo ayudó tanto al principio, perdió el control del caso. Muchos casos que deberían terminar en una curación perfecta, resultan en fracaso debido a la negligencia mencionada. Bajo tales circunstancias, cuando el médico ha hecho una mala suposición, continúa arruinando su caso suponiendo y cambiando remedios, para disgusto del paciente y daño al arte de la curación. Este fracaso lleva a la experimentación y demora que conduce a la desgracia. La gente debería ser capaz de saber si un médico es lo que él mismo se denomina, o si es otra cosa. La tentación de ser «todo para todos los hombres» es muy fuerte. La gente no debería esperar obtener resultados homeopáticos de un médico cuyos métodos no están de acuerdo con el arte homeopático de curación.
Si una persona quiere mongrelismo, regularidad, polifarmacia, etc., conociendo los métodos del homeópata será capaz de discriminar y seleccionar el tipo de su preferencia, y es razonable suponer que si esta persona no quiere un homeópata, estará contenta de saber cómo rehuirlo. No hay nada más humillante para un hahnemaniano que el ser llamado a la cabecera de un paciente y encontrarse con que la gente no lo quiere; que lo que realmente quieren es a alguien que dé medicamentos en dos vasos porque algún antiguo médico de la familia lo hacía.
Por lo tanto, esta información es tan útil para aquel que quiera evitar un homeópata como para el que lo desee. Los usuarios de la homeopatía que van al extranjero y están muy alejados de su propio médico, a menudo piden la dirección de un gran hahnemaniano. No siempre puede darse tal dirección, ya que aunque hay muchos médicos hahnemanianos reservados y callados esparcidos por todo el mundo, a veces son difíciles de encontrar. Tanto como sea posible, los pacientes homeopáticos que viajan deberían llevar la dirección de médicos hahnemanianos. En ausencia de ésta, una prueba servirá al propósito. Vea al hombre más creíble que profese practicar a la manera de Hahnemann y dígale que quiere hacerle una consulta; pero a menos que anote completamente todos los síntomas del caso como lo indica Hahnemann y continúe guardando su registro para un uso futuro, no puede confiarle su caso, ya que ha aprendido a no tener confianza en la memoria de un hombre. Si él se niega a hacer esto por falta de tiempo o ignorancia, no debería confiarse en él, y es mejor despedirse inmediatamente con un “buen día”. Si él es realmente lo que declara ser, estará encantado de encontrar un paciente que conozca tanto sobre su sistema de consulta; y paciente y médico se harán amigos rápidamente. Hay otros asuntos que la gente debería conocer: que el médico homeopático no puede recetar en nombre de la enfermedad; además, que los nombres son a menudo una cubierta para la ignorancia humana; también que a dos enfermedades del mismo nombre raramente se les da el mismo remedio. Si un médico pudiera recetar basándose en un nombre (de la enfermedad), no habría necesidad de escribir muchas páginas sobre los síntomas que presentan algunos casos prolongados.
El nombre de las enfermedades no revela los síntomas en ningún caso de enfermedad; los síntomas son la única base para la prescripción. Por lo tanto, parecerá que no es necesario conocer el nombre, en cambio el médico debe conocer los síntomas para poder hacer una prescripción con éxito. Ahora parecerá que si un médico no tiene tiempo para dedicarle al paciente para asegurar los síntomas, parecerá ser tan inútil para el paciente como si fuese ignorante, ya que en ambos casos fracasará en la obtención de los síntomas, que son la única base para una prescripción homeopática. Un poco de reflexión le permitirá determinar a un paciente si éste trabajo se está haciendo con cuidado e inteligencia o con ignorancia, inexperiencia y pereza. No importa cuál sea la excusa por la que el médico no logra recabar toda la información general y particular de un caso -no se debe confiar en él, mientras que el trabajo bien realizado hace que el resto del trabajo sea fácil y que la cura sea posible. La gente también debería saber que cuando un registro así está en el papel, lo está de tal manera que el paciente puede convertirse en el objeto de un gran estudio. Una similitud de su enfermedad no puede presentarse de ninguna otra manera para la comprensión de un verdadero médico. Cualquier médico que desdeñe este plan muestra cuán poco valora la vida humana y cuánto le falta para ser un hahnemaniano. La gente también debería saber también que el verdadero médico puede ahora comparar ese registro de hechos con los síntomas de la Materia Médica hasta descubrir el remedio más similar de todos los remedios al registro escrito. Y cuando el paciente se haya vuelto inteligente, le dirá a su médico:
“Tómese el tiempo que necesite, doctor. Yo puedo esperar hasta que encuentre lo que crea que es el más similar de todos los remedios, ya que no quiero tomarme ningún medicamento del que usted dude.” Esta declaración hace agradecido a un doctor, ya que ahora sabe que se confía en él y que se le conoce, y que tiene un paciente inteligente y considerado. Bajo estas circunstancias el médico puede hacer lo mejor y estos pacientes obtienen los resultados mejores y uniformes. Las personas a las que no se les instruye así, se vuelven problemáticas para los médicos e incluso sospechosas, cuando deberían inspirarles plena confianza. Y a veces incluso cambian de médico y hacen lo único malo que está en contra de los mejores intereses del paciente. Es posible y deseable para la gente, estar suficientemente instruida como para poder seleccionar el médico más seguro y saber cuándo está trabajando de forma inteligente. La gente a la que se le instruye, no se entromete en los momentos sagrados del médico, sino que por el contrario, lo ayuda con confianza y gratitud. Solamente el ignorante sugiere esto y aquello además de lo que se está haciendo, y cuanto más ignorante es el doctor mayor es el número de cosas a las que recurre para hacerse creer a sí mismo y a los demás de que está haciendo algo. El médico inteligente hace lo que requiere la ley y los principios y nada más; pero el ignorante no conoce la ley y sirve solamente a su vacilante experiencia, y parece que está haciendo mucho por el paciente, a pesar de lo cual el paciente se muere. El médico a menudo ansía un paciente bien instruido que sea capaz de decir: “Doctor, si tiene dudas sobre lo que ha de darme, no me dé nada.” Estas palabras solo podrían venir de aquél que sabe que hay una ley que gobierna todas nuestras actividades vitales, y esa ley debe ser invocada. Si no es así, el desorden aumentará hasta la destrucción de todo orden en la economía humana. La mezcla de medicamentos no podría encontrar apoyo en la Tierra, si no fuera verdad que la raza humana es ignorante de los principios más elevados de la ciencia.
En verdad, si la gente estudiara el Organon de Hahnemann y obtuviera así el medicamento más seguro para ella y su familia cuando están enfermos, entonces los componentes burdos y los medicamentos inciertos no serían la norma como lo son hoy día. En todo oficio un hombre debe ser bastante hábil como para poder entrar en un patrocinio inteligente, pero en la profesión de la medicina la diplomacia personal excusa la falta de entrenamiento y la ignorancia de toda la ciencia de la curación. La gente que sabe lo que es realmente la homeopatía debería procurar introducir sus principios entre la gente más inteligente por medio de la lectura y no impulsándolos a un médico favorito.
(Con la cortesía del autor)
(Continuará)
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